Una mañana de primavera de 1976, el niño Julian Fabricus, de siete años de edad, corría alegremente por los campos de Worcerster, en Sudáfrica, cuando al intentar atrapar una mariposa cayó sobre el pasto. De inmediato sintió una molestia en su ojo izquierdo, como si arenilla se hubiera metido en el, por lo que decidió regresar a casa.
Cuando estuvo en ella, le contó a su mama lo sucedido; en ese momento Julian ya manifestaba dolor e inflamación en el ojo, por lo que su madre lo llevo con el oculista Cornelius Kooy para que le realizara una exploración ocular. Al no encontrar la fuente de la molestia, el médico aplicó al menor unas gotas lubricantes y anestésicas a fin de aliviar las molestias. A los tres días ya no había rastro de la irritación y la inflamación había cedido.