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Gente rara – Se ganó un lugar en la ciencia por comer casi cualquier cosa

Frederick Hoelzel fue un hombre que pasó gran parte de su vida haciendo experimentos con su propio cuerpo, seguía de cerca el aparato digestivo a fin de saber cuanto tardaban algunas cosas en hacer digestión, de modo que se hizo un lugar en la ciencia, a costa de su salud, un miembro más del club de gente rara.

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En su adolescencia, adoptó un extraño método de pérdida de peso. Contuvo su apetito por el consumo de alimentos sustitutos sin calorías como mazorcas de maíz, aserrín, corcho, plumas, amianto o asbesto, rayón, y tallos de plátano. Su comida favorita era algodón en pequeños trozos, que se convirtieron en su dieta diaria.

Durante la década de 1920, mientras trabajaba como investigador en la Universidad de Chicago, Hoelzel, se dieron cuenta del talento que tenía para comer cosas raras, así que le decían, “¿quieres comer esto?”, así podían medir la rapidez con que pasaban las cosas a través de sus intestinos.

Hoelzel se ganó a pulso el apodo de “Cabra Humana”, y recibió todo tipo de propuestas extrañas. Uno de esas propuestas fue ayunar por 15 días lo que provocó que sus costillas se hicieran visibles y sus rodillas se dejaban ver por sus encogidas piernas. A menudo, se le daban cosas diferentes y registraban cómo pasaban a través de su cuerpo. Un gráfico muestra sus aventuras culinarias registrando todo lo que comía. Era importante saber cuantas piezas se había comido, qué tan grave era el objeto, y cuánto tiempo se había tardado pasar por el sistema digestivo. Por ejemplo, el dióxido de carbono tardó de dos a seis horas. Las bolitas de oro no fueron recuperadas hasta veintidós días después de que fueron comidas. El alambre de plata le tomó alrededor de 80 horas y la grava que tragó directamente de la entrada del laboratorio, le tomó poco más de 50 horas, por mencionar sólo alguno de tantos inusales objetos.

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Su récord de velocidad intestinal fue fijado por un pedazo de cordel anudado a una cremallera que pasó en apenas una hora y media, con la ayuda de una violenta diarrea.

La extrema dieta lo dejó esqueléticamente delgado. Un reporte anónimo que lo visitó en el laboratorio de 1933 lo describió como un esqueleto con ropa y su nuez saltaba por un cuello escuálido, y bajo sus ojos se podía ver una fina red de líneas azules.

Frederick Hoelzel nunca se convitió en un profesor a tiempo completo, sólo alcanzó el rango de “Asistente de Fisiología” de la Universidad de Chicago. Fue más conocido por el apodo que la prensa le dio: “La Cabra Humana”. Pero lo que le dio un lugar en la historia de la ciencia fue su excéntrica personalidad.

¿Que piensas de la rara personalidad de Frederick Hoelzel?